Con cada temporada de premios, Hollywood se envuelve en una competición millonaria por el galardón más codiciado del cine: el Oscar. Sin embargo, detrás del brillo de las estatuillas doradas y los discursos emocionados, existe un sistema que mueve cifras astronómicas en campañas destinadas a conquistar los votos de la Academia. Pero, ¿cuánto cuesta realmente ganar un Oscar? ¿Y tiene sentido esa inversión frente a las crisis reales que afectan a la misma ciudad que alberga esta industria?
Recientemente, Los Ángeles fue golpeada por devastadores incendios forestales, que obligaron a evacuar a 88 mil personas, destruyeron más de 12 mil edificaciones y causaron pérdidas económicas estimadas en 55 mil millones de dólares. En respuesta, los grandes estudios de cine donaron entre 10 y 15 millones de dólares para la recuperación de la ciudad. Un gesto que podría verse como generoso, si no fuera porque, en el mismo período, estas empresas están gastando más de 500 millones de dólares solo en campañas para la temporada del Oscar.
La carrera por el Oscar está marcada por estrategias de marketing que van mucho más allá de la calidad de las películas nominadas. Se invierten millones en: eventos exclusivos y exhibiciones especiales para impresionar a los votantes; regalos de lujo y obsequios personalizados para miembros influyentes de la Academia; campañas publicitarias masivas en televisión, redes sociales y prensa; relaciones públicas intensivas, con actores y directores promoviendo sus películas de manera estratégica.
Aunque ganar un Oscar no siempre significa un aumento inmediato en la taquilla, puede consolidar carreras, elevar el valor de mercado de los artistas y asegurar contratos más lucrativos para los estudios.
El peso de la influencia en la industria
No siempre los premios se deciden solo por mérito artístico. Un ejemplo reciente fue la nominación de Andrea Riseborough al Oscar a Mejor Actriz por To Leslie (2023), una película que recaudó apenas 27 mil dólares. Su nominación fue resultado de una campaña inesperada pero extremadamente eficaz, impulsada por celebridades como Jennifer Aniston, Gwyneth Paltrow y Cate Blanchett.
Por otro lado, actrices que eran favoritas, como Viola Davis y Danielle Deadwyler, quedaron fuera de la competencia. Este caso plantea interrogantes sobre cómo el juego de influencias puede moldear la premiación y hasta qué punto el reconocimiento del talento es realmente justo.
Ante las críticas sobre la disparidad entre los gastos en el Oscar y los recursos destinados a crisis humanitarias, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas anunció que la ceremonia del Oscar 2025 rendirá un homenaje especial a Los Ángeles, en reconocimiento a la destrucción causada por los incendios.
Sin embargo, esta iniciativa plantea una pregunta: ¿es suficiente rendir homenaje sin destinar recursos financieros significativos para la reconstrucción de la ciudad? La industria cinematográfica, con su enorme influencia cultural y económica, podría destinar parte de esas inversiones a causas sociales y ambientales. La cuestión que queda es: ¿debe el glamour de las premiaciones ser la prioridad en un momento de crisis?
El Otro Lado de la Competencia
Mientras Hollywood mueve cifras multimillonarias para consolidar a sus favoritos, países más pequeños continúan luchando por reconocimiento internacional con presupuestos modestos. Un ejemplo es “Ainda Estou Aqui”, que apuesta por la presencia destacada de Fernanda Torres y la movilización de los brasileños para asegurar una oportunidad en la premiación. A diferencia de los grandes estudios, esta campaña se destaca por la fuerza del público y el carisma de la protagonista, demostrando que el prestigio puede ganarse de forma más auténtica.