En la serie Ruptura (Severance), el experimento de separar la conciencia entre el “yo profesional” y el “yo personal” expone hasta qué punto el trabajo puede dominar no solo nuestro tiempo, sino también nuestra identidad. La idea suena absurda —o liberadora— dependiendo de cómo uno perciba su relación con el trabajo. Y justamente ahí está el punto: vivimos en una era de profunda tensión entre el deseo de propósito y la dura realidad de la supervivencia.
Para el 66% de los brasileños, además de ganar dinero, hacer lo que se ama es considerado el aspecto más importante en el trabajo. La insatisfacción con empleos que no ofrecen realización ha dado lugar a un fenómeno conocido como conscious quitting, en el que los trabajadores renuncian por un desalineamiento de valores. La Generación Z, en particular, se caracteriza por esta constante búsqueda de propósito, pero también por una alta rotación en el mercado laboral.
Por otro lado, conciliar valores personales con la necesidad de pagar las cuentas no siempre es posible. Para muchos, el trabajo es menos una fuente de realización y más una cuestión de supervivencia. Alinear carrera y propósito suena como un lujo distante para quienes enfrentan jornadas extenuantes, un transporte público precarizado y otros desafíos diarios.
¿Trabajo como fuente de realización?
No todos creen que el trabajo deba ser una fuente de propósito o realización personal. En el libro Work Won’t Love You Back, Sarah Jaffe cuestiona la idea de que debamos buscar amor y significado en el trabajo. Movimientos como el anti-work —que han ganado fuerza en foros en línea como Reddit— desafían la narrativa de que el trabajo debe ser el centro de la vida. El lema “trabaja para vivir, no vivas para trabajar” se opone a la lógica de que necesitamos amar lo que hacemos para justificar largas horas, bajos salarios y una constante sensación de insuficiencia.
El fenómeno del quiet quitting, en el cual los trabajadores se limitan a cumplir con lo mínimo necesario para evitar el agotamiento, es visto por algunos como falta de ambición, pero por otros como una forma de resistencia ante la explotación. También hay quienes buscan propósito en el trabajo de forma casi obsesiva, tratando de llenar un vacío existencial o de encontrar una identidad. ¿Será que buscamos propósito en el trabajo porque nos falta propósito fuera de él?
La cuestión de la ignorancia como forma de felicidad resuena en los temas explorados en Severance. Separar nuestra identidad personal de la profesional parece cada vez más imposible cuando el trabajo define nuestro valor social. Compartimentalizamos para sobrevivir: adaptamos nuestro lenguaje a entornos corporativos, recalibramos nuestros sueños para cumplir con las expectativas de productividad y escondemos partes de quienes somos para seguir protocolos.
Así como Mark S., el protagonista de la serie, usa la “ruptura” para huir del duelo, muchos de nosotros también fragmentamos nuestras identidades para lidiar con las exigencias del día a día. Sin embargo, cuando esa compartimentalización se vuelve una norma no consensuada, ¿cuál es el costo psicológico de ello? ¿Estamos simplemente tratando de sobrevivir al trabajo o, de alguna manera, desconectando partes de nosotros mismos para poder soportarlo?
La serie Severance propone una separación extrema, pero la vida real nos impone fragmentaciones más sutiles. Entre quienes buscan propósito en el trabajo y quienes solo desean un salario, queda la pregunta: ¿es posible equilibrar identidad y empleo sin recurrir a una “ruptura” interna? ¿Cuánto estamos dispuestos a sacrificar o ignorar para seguir funcionando?
Tal vez la respuesta esté menos en amar u odiar el trabajo y más en cómo elegimos (o somos forzados a) enfrentarlo. Y si la ignorancia realmente fuera una forma de felicidad, ¿estaríamos dispuestos a renunciar a una conciencia plena sobre lo que hacemos y por qué lo hacemos?
Aunque el concepto de la “ruptura” pueda parecer una distopía lejana, algunos especialistas creen que la tecnología para separar memorias e identidades está más cerca de lo que imaginamos. La serie consultó a neurocientíficos para explorar la plausibilidad del procedimiento, y la idea de manipular recuerdos ya forma parte de investigaciones científicas reales.