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El cangaço brasileño: Lampião y Maria Bonita

Piranhas, una ciudad en el interior de Alagoas, guarda en sus piedras y en la memoria de sus habitantes uno de los capítulos más sangrientos de la historia brasileña: el fin del cangaço.

En 1938, la Grota do Angico, en las afueras de la ciudad, fue el escenario del último combate de Lampião, Maria Bonita y su banda. Allí, el famoso Rey del Cangaço, que había aterrorizado el sertão nordestino durante más de una década, encontró su destino, junto con la mujer que se convertiría en su símbolo: Maria Bonita.

Lampião no era un santo y su figura genera controversias: algunos lo critican y otros lo admiran. Y es en estos dos personajes que intentaremos explicar un poco sobre el cangaço brasileño.

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Pero, ¿qué sabemos realmente sobre la figura que, a lo largo de su trayectoria, se convirtió en el "Rey del Cangaço"?

Para entender el fenómeno del cangaço, es necesario mirar el contexto más amplio de Brasil en el siglo XIX y principios del siglo XX, cuando el coronelismo moldeaba el poder en el sertón. Este sistema, que se extendió desde los tiempos coloniales hasta la República Velha, garantizaba que el control de las tierras y de las personas estuviera concentrado en manos de unos pocos — los coroneles. Los jagunços, en ese escenario, surgieron como piezas clave: a veces desafiando la autoridad de los coroneles, otras veces convirtiéndose en sus aliados cuando había intereses comunes. Dentro de esta lógica, los cangaceiros eran armados, financiados y, muchas veces, protegidos por las oligarquías locales, que los usaban como fuerzas particulares para lidiar con enemigos políticos.

Maria Bonita, primeira mulher do cangaço

Hay quienes afirman que el propio gobierno, en determinado momento, pensó en reclutar a Lampião para combatir a la Columna Prestes, que se acercaba al Nordeste. Hay muchas controversias en la historia, pero se sabe que en 1926, Lampião y su grupo entraron en Juazeiro do Norte, donde fueron recibidos con entusiasmo por el Padre Cícero, figura venerada en la región, de quien Lampião era devoto. El encuentro entre ellos generó diferentes versiones: algunos dicen que el padre intentó convencer a Lampião para que abandonara el cangaço; otros afirman que él no tenía mucho que hacer más que lidiar con la situación como podía, dada la presión de la presencia del cangaceiro. Lo cierto es que, tras ese encuentro, Lampião salió de Juazeiro con un rango simbólico de capitán, una amnistía por los crímenes cometidos y, supuestamente, la misión de combatir a la Columna Prestes. Pero antes de seguir su camino, el rey del cangaço no perdió la oportunidad de reforzar su propia leyenda. Dio entrevistas, repartió autógrafos, posó para fotografías y, como una verdadera estrella, lanzó billetes por la ventana, alimentando la euforia de la multitud que lo esperaba en la calle.

El nombre Lampião no es mera coincidencia: se hizo famoso por su habilidad con el rifle, disparando tantos tiros que su arma iluminaba la noche en la caatinga. La fama se extendió rápidamente, y durante casi dos décadas, Lampião lideró uno de los grupos más temidos del sertón, acumulando riqueza, poder y, por supuesto, notoriedad. Sus hermanos murieron en el cangaço antes que él, y en numerosas ocasiones escapó de situaciones mortales — ya fuera por bala, puñalada, veneno o fuego. Los rumores sobre su muerte, que surgían constantemente, solo alimentaban aún más el mito de su inmortalidad. Por eso, cuando finalmente fue capturado y muerto, su cabeza — al igual que la de sus hombres — fue expuesta públicamente, como una prueba cruel y definitiva de que el “rey” del cangaço había llegado a su fin.

Maria Bonita: La Primera Mujer en el Cangaço

En 1931, Lampião conoció a Maria Bonita, que en aquella época era conocida como Maria Déia. A los 20 años, en un matrimonio infeliz, decidió abandonar a su familia para seguir a Lampião y su grupo. A diferencia de muchas otras mujeres que fueron secuestradas, la investigadora Adriana Negreiros, autora del libro “Maria Bonita: Sexo, Violencia y Mujeres en el Cangaço”, que retrata la dura realidad de las mujeres que acompañaban a las bandas, sostiene que Maria Bonita se unió al grupo porque quiso.

Maria Bonita es retratada como la primera mujer en unirse al cangaço, pero no fue la única. Se considera que se convirtió en un símbolo de transgresión al ocupar espacios que antes las mujeres no podían. Pero, a diferencia de la imagen romantizada de la “Reina del Cangaço”, muchas mujeres fueron secuestradas, abusadas y forzadas a seguir a los cangaceiros. Además, Adriana también critica la imagen de Lampião como el “Robin Hood del sertón”.

“Los movimientos sociales intentaron verlos como revolucionarios, como si tuvieran conciencia de la distribución equivocada de la propiedad privada, pero no la tenían. Lampião quería ser coronel. En las entrevistas decía ‘quiero ser terrateniente, gobernador’. No quería organizar un movimiento de campesinos oprimidos. Esa es una idea equivocada. Los pobres quedaban en medio del fuego cruzado. Eran víctimas de los cangaceiros y de las fuerzas volantes (la policía). No tenían a dónde huir. Una persona cuya casa era visitada por cangaceiros tenía que obedecer y luego sufría represalias de la policía por ser ‘amiga de cangaceiros’. No existía eso de que repartían dinero. Eventualmente, Lampião hacía favores porque era un genio de las relaciones públicas, pero era para ganar simpatía en determinada región y ser protegido.

En las películas hay imágenes de ellos entrando en las ciudades y tirando cosas al aire. Podían incluso hacer eso, entrar quitándose cosas del cuerpo, pero era para deshacerse de peso. Lampião no tenía la menor conciencia de clase. No tengo dudas de que, si hubiera tenido un aliado que fuera un gran terrateniente y tuviera un problema con un pequeño productor, habría estado del lado del terrateniente. No diría ‘me pondré del lado de mis compañeros pobres y oprimidos’. Además, era un tipo racista. Odiaba a los negros.”

Adriana Negreiros, autora del libro “Maria Bonita: Sexo, Violencia y Mujeres en el Cangaço”, en entrevista con BBC News.

Cangaço Brasileiro

La violencia de los cangaceiros atrajo la represión del Estado. En 1938, Lampião, Maria Bonita y parte de la banda fueron emboscados por la policía en la Grota de Angico, en Sergipe. Incluso, la famosa Ruta del Cangaço, que se puede recorrer a través de Piranhas en Alagoas, está abierta al público. En realidad, esta ruta disponible no fue la que hicieron los propios cangaceiros, sino la que siguió la policía antes de capturarlos y matarlos.

En Piranhas, las cabezas de los cangaceiros fueron colocadas en la escalinata del ayuntamiento. Las imágenes de esa escena brutal se convirtieron en símbolos del fin de una era. Pero el cangaço, al igual que el sertón, permanece vivo en la memoria colectiva del pueblo del noreste brasileño. Los museos, las obras de teatro, las canciones de cordel, todo preserva el mito de los cangaceiros, que hasta hoy fascinan a quienes buscan entender qué los convirtió en héroes y villanos al mismo tiempo.

Hoy, al caminar por el sertón alagoano, donde aún resuenan los vestigios de las batallas, es difícil no preguntarse: ¿Lampião y Maria Bonita son solo símbolos de resistencia o también productos de un sistema que los creó y los alimentó? Y al visitar el Museo del Sertón, donde el fin del cangaço está eternizado, surge la duda: ¿el mito que construimos sobre ellos es capaz de ocultar las marcas de un ciclo de violencia que, muchas veces, parecía no tener fin?

Curiosidad histórica: Al final de su vida, Lampião estaba debilitado. Con un ojo ciego (“Tener dos ojos es un lujo”, solía decir) y una pierna lesionada, accedió a la insistente petición de Maria Bonita para operarse el ojo enfermo. Para ello, se internó durante un mes en un hospital, disfrazado de un hacendado rico. Al salir del lugar, supuestamente escribió en la pared: “Doctor, usted no operó a ningún hacendado. El ojo que arrancó fue el del Capitán Virgulino Ferreira da Silva, Lampião”.

 

 

 

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