MashUp

El funk dominará el mundo

Durante mucho tiempo, el funk fue visto como ruido. Ruido de la favela. Del cuerpo. Del Brasil profundo que baila, se mueve y sobrevive. Pero, ¿qué sucede cuando ese sonido cruza el Atlántico, invade universidades como Harvard y se transforma en epistemología viva?

Y no somos nosotros quienes lo decimos. Informes, reportajes y convocatorias culturales muestran que el funk se ha expandido más allá de los callejones y pasajes sonoros de Brasil, conquistando el mundo y siendo legitimado como campo de investigación, pedagogía e identidad.

Como muchas manifestaciones populares en Brasil, el funk fue (y sigue siendo) criminalizado antes de ser legitimado. Pero eso nunca frenó su avance. Hoy, colectivos, investigadores, MCs y educadores trabajan para documentar, proteger y reinventar esta cultura.

LOS ORÍGENES DEL FUNK: de la Black Music al ritmo brasileño

“El funk tiene dos raíces: una social y otra musical.” Así comienza la explicación de Thiagson de Souza, profesor de Música Clásica y doctor en Funk por la USP, licenciado y máster por la UNESP y el primer músico en escribir un libro sobre Funk, acerca del origen de este género que, antes de ser un símbolo global, fue y sigue siendo un sonido de resistencia. “La raíz musical viene de la cultura hip-hop. Y, siendo de la cultura hip-hop, siempre fue música electrónica. Pero la raíz social remonta a los bailes black, donde se tocaba soul, funk norteamericano, James Brown, Sly Stone…”

Crecido dentro de esa cultura, Thiagson vio en el funk no solo una expresión artística, sino una continuidad posible para su carrera académica tras años dedicados a la música clásica. “Este tema era necesario para la universidad, para la sociedad y para mí,” afirma. Y fue así como transformó el estudio del funk en su misión.

“Todo esto forma parte del campo del empoderamiento musical de la cultura negra,” explica. “El hip-hop, con su conciencia racial, hereda la energía de la Black Music norteamericana. El funk brasileño surge en ese entrelazamiento, dialogando con el electro funk de Los Ángeles, el Miami Bass y, principalmente, con el ritmo del Volt Mix — muy usado aquí, a pesar de su origen en Los Ángeles. Es curioso: mientras que el Miami Bass es señalado como la principal referencia, una de las bases más icónicas de nuestro funk vino de otro punto de los EE.UU.”

En los años 1970 y 1980, los bailes black cariocas hervían al son de esos artistas, y fue allí donde se construyó uno de los pilares de lo que vendría a ser el funk carioca. Como él mismo explica, el Miami Bass, estilo que explotó en Florida en los años 80, influyó directamente en el funk brasileño. El ritmo electrónico, intenso y repetitivo, fue el elemento que permitió al funk convertirse en un ritmo bailable, vibrante y contagioso.

Fonte: Público no Baile Funk no Castelo da Pedras, em Jacarepaguá (Foto: André Corrêa/Agência O Globo)
Fonte: Capa Album Dj Marlboro

El giro de los años 1990 marcó un nuevo hito: la brasileñización definitiva del sonido. Con la llegada de los primeros discos de funk a Brasil, la identidad del género comenzó a consolidarse. “Los primeros discos producidos en Brasil surgieron en 1989. Hasta hoy se atribuye a Malboro ese pionerismo, con el álbum ‘Funk Brasil Volume 1’, pero también hubo un disco lanzado poco después, de Grama Master y Rafael Super Quente. Esos discos marcaron el inicio de la producción de funk en Brasil.”

Aun así, Thiagson destaca que esos álbumes no fueron el verdadero nacimiento del funk en el país, sino la oficialización de algo que ya existía en los bailes. “Ya había toda una escena de baile funk antes de eso. Esos discos simplemente formalizaron la producción del género.”

Al principio, los bailes eran eventos de clase media y ocurrían en barrios como Botafogo, en la Zona Sur de Río de Janeiro. Pero con el tiempo, esa cultura fue llevada a las periferias.

“El primer gran baile fue el Baile da Pesada, en Botafogo. Era un evento de clase media, clase media alta. Pero con el tiempo, esos bailes fueron perdiendo espacio y esa cultura se trasladó a los suburbios.”

La migración del funk hacia la favela también marcó el inicio de otro proceso: su criminalización. La élite y los medios comenzaron a asociar el género con el narcotráfico y la violencia, intentando deslegitimarlo como forma de expresión. Thiagson ve en esto un patrón histórico. “Podemos trazar un paralelo con el samba, por ejemplo. El samba fue estereotipado como ‘música de maleante’, sufrió persecución policial y sólo fue aceptado cuando la clase alta empezó a consumirlo.”

Según él, ese ciclo de marginación y posterior aceptación se repite con diversas manifestaciones populares, y el funk no fue la excepción. “El racismo se va actualizando. Hubo un momento en la historia en que eligió al funk como blanco. Antes fue el samba. Después, será otra cosa.”

La criminalización del funk es un tema central en la trayectoria del género, especialmente durante los años 90, como analiza Juliana Bragança, una de las fundadoras de Domina Funk, en su libro Preso na Gaiola: la criminalización del Funk carioca en las páginas del Jornal do Brasil (1990-1999). Sin embargo, la criminalización no es un fenómeno del pasado. A pesar de los avances y la mayor visibilidad del funk, aún enfrenta represión. Como ella señala, lo más importante es la resistencia:

“En Preso na Gaiola, que es el libro derivado de mi tesis de maestría, hago un análisis sobre la criminalización del funk, explicando cómo ocurrió este proceso en los años 90. Sin embargo, este debate sigue siendo extremadamente necesario, porque la criminalización del funk continúa hasta hoy, de diversas maneras. El funk sigue siendo criminalizado, pero lo más importante es que seguimos resistiendo. Cuando hablamos de Domina, cuando la ponemos a funcionar, cuando hacemos que Domina preste servicio y cuestione públicamente: ‘¿Dónde está la inversión pública?’, estamos resistiendo. Y vuelvo a lo que dije antes: nosotros también somos el funk.” — Juliana Bragança, doctoranda en Historia Social y una de las fundadoras de Domina Funk.

Fue a partir de los años 2000 que el funk se consolidó como uno de los mayores fenómenos musicales de Brasil.

La relación de Thiagson con la academia refleja una trayectoria de resistencia no solo musical, sino también académica. Durante sus años en la universidad, enfrentó el desafío de estudiar un género tan marginado en un medio tradicionalmente elitista. Él comparte la experiencia de ser visto con cierto prejuicio: “Mi trabajo académico nunca fue rechazado, pero veo que hay mucho prejuicio. Recibo muchas invitaciones para conferencias, pero siempre de áreas fuera de la música. Soy músico, hablo sobre cuestiones sociales, pero mi base es musical.”

Según él, el mayor desafío fue convencer de que el funk no debería ser visto solo desde una óptica técnica, sino como una expresión cultural, política y racial. “La academia siempre miró al funk de forma técnica. Pero lo que no entendía era el contexto social y político que él lleva consigo.”

“El funk no es solo música. También es una forma de pensar, de resistir, de afirmarse como identidad.”
Thiagson de Souza

MUJERES EN EL FUNK

Escuchar a las mujeres que viven el funk, que son parte de él y no solo hablan sobre él, es un paso fundamental para entender la profundidad de esta escena. Domina Funk surge en este contexto — un espacio donde tres investigadoras negras hablan y actúan con propiedad en cuestiones de fomento al funk y otros aspectos relacionados con la cultura, sin una mirada distante.

Aunque El nombre Domina Funk pueda sugerir una idea de “dominación”, en realidad refleja el deseo de ocupar y valorar todos los aspectos de esta cultura. Domina Funk busca conectar de forma mutua instituciones privadas/públicas y el movimiento funk para generar valor mercadológico y sociocultural. El enfoque está en la valorización del movimiento funk para potenciar la actuación e importancia del funk en el ecosistema de la economía creativa del país.

¿Dónde están las mujeres en el funk?

“Como Domina Funk, incluso antes de ser una empresa, ya teníamos la idea de expansión y actuación en diversos espacios para defender el funk. La palabra ‘dominación’ no viene con la intención de control, sino de estar presentes, incentivando y valorizando el movimiento funk en todos sus aspectos”, explica Juliana Bragança, una de las fundadoras de Domina Funk, junto a Tamiris Coutinho, autora del libro Cai de Boca No Meu Bc3t@o: el funk como potencia del empoderamiento femenino*, y Ludmylla Gonçalves, investigadora en educación antirracista, ambas también fundadoras de Domina Funk.

“Las mujeres siempre han sido grandes constructoras del movimiento funk, ¿no? No es algo reciente, y esa es una de las cosas que necesitamos reconocer más: ellas estuvieron allí mucho antes de que entendiéramos qué es el funk. Eso aparece en mis investigaciones, donde propongo una división por generaciones para mostrar cómo esas mujeres estuvieron activas desde el principio. En el movimiento Black Rio, las mujeres ya estaban activas, mucho antes de que el funk fuera lo que conocemos hoy”, explica Tamiris Coutinho.

Cuando hablamos de funk, es común que la narrativa esté dominada por la perspectiva masculina. Los bailes de pasillo, por ejemplo, siempre se recuerdan por los videos de peleas y disputas entre hombres, pero ¿dónde estaban las mujeres en ese contexto?

“La realidad es que ellas estaban en los mismos espacios, peleando, bailando y resistiendo al son de la música, pero fueron negligenciadas durante mucho tiempo, especialmente en investigaciones y relatos que adoptan una mirada distante, como si la participación femenina no tuviera relevancia.”

Tamiris Coutinho

Esa invisibilidad de las mujeres en el funk va más allá de las primeras generaciones. Hoy en día, es visible el crecimiento de las MCs mujeres, pero todavía vemos pocas mujeres en posiciones destacadas como DJs, empresarias o productoras musicales.

“Es una realidad que persiste, no solo en el funk, sino en la música en general. La visibilidad de las MCs es importante, pero no podemos olvidar que detrás de la escena musical hay muchas mujeres que desempeñan roles cruciales, pero siguen siendo invisibles.” — Tamiris Coutinho, una de las fundadoras de Domina Funk.

Para las mujeres en el funk, la lucha va más allá de la música. Enfrentan un sistema que constantemente las objetifica, especialmente cuando se trata de performances más atrevidas, como el funk putaria. La resistencia de estas mujeres no es solo artística, sino también una batalla contra el racismo, el machismo y la misoginia que permea el género. Tamiris señala que la valentía de estas mujeres, que se exponen, ocupan el escenario e ingresan a espacios tradicionalmente dominados por hombres, merece ser celebrada: “El hecho de que se expongan de manera tan audaz es una forma de resistencia, no solo contra un sistema de objetificación, sino contra un sistema que margina y silencia sus voces.”

“Siempre entendí el funk como cultura, como música. Sabía que había gente que no le gustaba, pero pensaba: ‘Qué pena, ¿no? Porque el funk es muy bueno’. ¡El funk es muy bueno! A ellos no les gusta, pero yo siempre fui Ludmylla, la funkeira, la que no para de bailar, la animada, ¿sabes? Eso siempre fue parte de mi identidad. Entonces, si hablara mal del funk, estaría hablando mal de mí misma, ¿entiendes?”

Ludmylla Gonçalves

Ese distanciamiento de la academia respecto al funk, que Thiagson también compartió, y hacia los movimientos periféricos tiene raíces históricas. “Esa práctica de mantenerse distante del objeto de estudio aún persiste, no sé hasta qué punto […]. Pero veo que el gran cambio es justamente ese: nosotros no nos mantenemos distantes. Somos nosotros mismos nuestro objeto de estudio, y lo que queremos es transformar esa realidad. Queremos, sí, mejorar la situación”, señala Juliana.

FUNK PARA EL MUNDO 

aLa fuerza del funk brasileño resonó en el campus de Harvard, en Estados Unidos, con la potente presencia de la profesora, investigadora y bailarina Susan Santos, cofundadora de la escuela Ginga Funk, de Goiânia. La artista fue una de las ganadoras en la categoría Cultura de la Brazil Conference 2025 – mira la presentacion completa – y, entre cientos de inscripciones, conquistó una de las dos plazas disponibles, asegurando la presencia de la cultura negra del funk en el evento, realizado entre los días 11 y 13 de abril.

Susan es máster en Antropología Social, licenciada en Danza y estudiante de Pedagogía, todas por la Universidad Federal de Goiás (UFG). Fue la única mujer negra y profesora de funk en integrar la programación de la conferencia, que tiene como objetivo discutir los desafíos y el desarrollo de Brasil, además de destacar trabajos de impacto en áreas como cultura, medio ambiente, educación, emprendimiento e investigación.

“Salimos en los medios locales cuando descubrieron que Ginga Funk iba a Harvard, en la Brazil Conference,” cuenta Susan. “Hubo una avalancha de comentarios: ‘El funk no es cultura’, ‘¿Qué va a hacer esta chica allá? ¿Va a mover la cadera y arruinar la imagen de Brasil?’.”

La Brazil Conference se realiza anualmente en las universidades de Harvard y MIT (Massachusetts Institute of Technology), con el apoyo de investigadores, empresarios, representantes del Consulado de Brasil en Boston y agentes políticos. El evento se propone pensar el futuro del país a partir de múltiples voces de la sociedad brasileña: desde movimientos sociales hasta artistas, desde influenciadores hasta servidores públicos.

Al compartir su experiencia con MashUp, Susan fue categórica: la molestia no era con la danza en sí, sino con quién bailaba. Y deja en el aire una provocación que merece ser escuchada.

“Existe una visión del funk como un lugar de entretenimiento, de fiesta, de alegría, e incluso asociado a un contexto sexualizado. Pero pocas personas conocen esa conexión profunda del funk con la construcción identitaria de las personas negras en Brasil y, principalmente, con su relación con la juventud y con nuestra ancestralidad negra.”

Según Susan, el funk ahora tiene una puerta internacional abierta, algo crucial para legitimar la cultura desde las perspectivas de las personas negras. Ella cree que, más que nunca, es el momento de reafirmar el funk como un movimiento genuino y arraigado en las experiencias de la población negra, en lugar de permitir que otras narrativas lo reduzcan a un simple entretenimiento.

“Ahora, más que nunca, es el momento oportuno para legitimar nuestro funk desde ese lugar”, afirma. Al ocupar Harvard con su investigación y su cuerpo danzante, Susan no solo rompe fronteras geográficas, sino también epistemológicas:

Ginga Funk es una escuela de danza en Goiânia con diversas áreas de trabajo y proyectos de extensión con bailarinas negras.

A través de un proyecto de extensión, el colectivo enseña sobre el Funk y otras formas de danza negra, como hip-hop, afrobeat y jazz dance, preparando a las participantes para una carrera profesional en el mundo de la danza. Además de las clases regulares, Ginga Funk promueve intercambios culturales, recibiendo grupos de diferentes países, y realiza acciones sociales gratuitas en las periferias de Goiânia y ciudades cercanas, ofreciendo educación y formación artística de calidad.

Fonte: Ginga Funk
Fonte: Ginga Funk
Fonte: Ginga Funk
Fonte: Ginga Funk

¿Pero dónde están las políticas públicas?

Cuando se habla de políticas públicas, aunque Río de Janeiro sea la cuna del funk, Ludmylla comenta:

“Lo que observamos es lo difícil que es tener un diálogo con el poder público. El funkeiro se siente tan inviabilizado en este sentido que realmente cree que no sirve de nada ir a tocar la puerta del secretario para pedir una reunión y poder hacer cosas a favor del movimiento funk, ¿no? Es una relación muy difícil que parte de algo como: ‘Chicos, no me van a aceptar, voy a perder mi tiempo’. Yo creo que este es un movimiento legal, en el que tengo mucha fe, ¿saben? Porque eso es: estamos en el Baile Funk, vamos a un evento, paramos en el bar con la gente del passinho para tomar una cerveza y luego vamos a tocar la puerta del poder público.”

Ludmylla Gonçalves

Ludmylla también destaca la importancia de una lectura racializada del funk, especialmente cuando se inserta en el contexto político y cultural negro. Ella defiende que la conciencia racial es crucial para entender el funk como un movimiento político: “El funk se integra, sobre todo en Río de Janeiro, como un movimiento cultural negro y político.” Esta comprensión del funk como un acto político es esencial, especialmente ahora que el género empieza a ganar visibilidad internacional. En el escenario global, el funk está siendo visto como una expresión cultural rica y potente, pero es crucial que su análisis no se distancie de su origen como movimiento de resistencia negra.

En 2024, el funk alcanzó nuevos horizontes, con la llegada a Harvard y la expansión de su influencia más allá de la música, como quedó claro en el documental de Netflix Passinho Foda. El proyecto trajo visibilidad al Patrimonio Cultural Inmaterial de Río de Janeiro y al movimiento de bailarines que, a pesar de los desafíos enfrentados, siguen luchando para garantizar más reconocimiento para la cultura funk.

“La danza tiene un costo muy alto de producción, tiempo e inversión, pero el retorno financiero no es tan grande. Cuando hablamos de Passinho Foda, una danza típica del Funk carioca, no está trayendo tantas inversiones”, dice Ludmylla, de Domina Funk.

Ludmylla, Juliana y Tamiris, socias fundadoras de Domina Funk, comparten la visión de que unir marcas al movimiento funk ha sido un gran desafío, además de la escasez de inversiones dirigidas a los bailarines y a la cultura funk en Río de Janeiro. A pesar de que existen leyes que deberían apoyar la cultura funk, la infraestructura y movilización por parte del poder público siguen siendo insuficientes. La relación con las autoridades es tensa, y muchos artistas sienten que sus demandas no han sido escuchadas. En respuesta, una de las principales estrategias para fortalecer el movimiento ha sido buscar políticas públicas más efectivas, como incentivos para festivales y eventos, que ayudarían a crear un ambiente más favorable para el crecimiento del funk, especialmente en los bailes tradicionales de Río de Janeiro.

Este proceso de transformación, en el que el funk deja de ser tratado solo como “diversión” o “ruido” y comienza a ser reconocido por su potencial político y educativo, está apenas empezando. Con iniciativas como Ginga Funk, Domina Funk y las investigaciones de Thiagson, el funk construye puentes entre Brasil y el mundo, desafiando las narrativas coloniales y racistas que intentan reducir sus raíces y manifestaciones a estereotipos.

 

Para profundizar:

  • Documental La Batalla del Passinho de Emílio Domingos

  • Documental Dance Funk! con interpretación en lengua de señas de Ginga Funk

  • Preso na Gaiola: la criminalización del Funk carioca en las páginas del Jornal do Brasil (1990-1999) de Juliana Gonçalves

  • Cai de Boca No Meu Bc3t@o: el funk como potencia de empoderamiento femenino* de Tamiris Coutinho

 

 

 

Home

Puro Suco de Arte

Viajar é Preciso

Cultura em Movimento 

Exclusivo para Artistas

Quem Somos