La chita es un tejido de algodón vibrante y llamativo que en Brasil aparece en vestidos típicos de las fiestas juninas (fiestas tradicionales en junio), manteles o incluso como cortinas de cocina. Su marca registrada: estampados florales grandes, pequeños o diminutos. A veces, también se ve en diseños de lunares o cuadros. Casi todos los brasileños han tenido contacto con este tejido, aunque sea de forma indirecta. Pero aunque hoy es un símbolo brasileño, la chita no nació allí.
Fue en Brasil donde este tejido adoptó personalidad, ritmo y acento propios. Accesible, económico y expresivo, la chita se transformó en un ícono cultural brasileño.
Originaria de la India y conocida como chintz, la chita era un algodón estampado a mano con técnicas artesanales. Llegó a Europa durante las rutas comerciales del siglo XVII, y rápidamente se convirtió en un producto de lujo entre la aristocracia europea, gracias a sus colores exóticos y su aspecto sofisticado.
Sin embargo, fue en Brasil donde este tejido adoptó personalidad, ritmo y acento propios. Accesible, económico y expresivo, la chita se transformó en un ícono cultural brasileño.
Durante la época colonial, Brasil se vio obligado a importar tejidos estampados desde India e Inglaterra, los cuales se utilizaban incluso como moneda de cambio en el tráfico de personas esclavizadas. Este hecho, aunque trágico, marcó el inicio de una industria textil que con el tiempo adquiriría un carácter local.
La primera gran fábrica en Brasil dedicada a la producción de chita fue la Companhia de Fiação e Tecidos Cedro & Cachoeira, fundada en 1872. Durante décadas, la chita fue considerada un “tejido de los pobres”. Decoraba fiestas, hogares y ropa en contextos donde el dinero no alcanzaba. A pesar del desprecio de las élites, se convirtió en símbolo de creatividad y resistencia popular.
En los años 30, las revistas promovían la imagen de la mujer campesina con vestido de flores — una estrategia sutil para reforzar estereotipos sociales y relegar la chita fuera del mundo de la moda “sofisticada”.
Pero en los años 70, artistas y diseñadores redescubrieron su valor estético. La chita regresó con fuerza, convertida en símbolo de identidad brasileña, resistencia cultural y revalorización de lo popular.
La diseñadora Zuzu Angel (1921–1976), pionera de la moda brasileña, llevó la chita a las pasarelas a finales de los años 60, desafiando los estándares europeos dominantes. En su colección Moda e Liberdade (1967), mezcló chita con encajes, cintas y elementos del folclore brasileño. En 1970, presentó su colección International Dateline Collection I en la tienda Bergdorf Goodman de Nueva York, con chita, encaje del noreste brasileño, piedras naturales, bambú y conchas marinas. Fue una de las primeras veces que materiales autóctonos aparecieron en un escenario de moda internacional. Para Zuzu, la moda era una herramienta de expresión cultural, no solo una cuestión estética.
La chita sobrevivió y floreció: en el teatro experimental (Teatro Oficina), en el movimiento cultural Tropicália y en las canciones populares del Carnaval. Se convirtió en una forma de protesta estampada, un lenguaje visual del pueblo.
Hoy, la chita cruza generaciones, pasarelas y proyectos sociales. Está presente en la moda, en el arte, en el diseño de interiores. Y todavía transmite un mensaje claro: ser sencillo no es ser inferior.
La chita nunca fue solo un tejido. Es una narrativa visual, un símbolo de un pueblo que cose su historia con lo que tiene a mano.