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Gabriela Mistral: la primera mujer latinoamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura

Gabriela Mistral, se convirtió en la primera mujer latinoamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura. Su obra, que habla de amor, dolor, infancia y pertenencia, es una síntesis rara de lirismo y fuerza social.

Gabriela Mistral, seudónimo de Lucila Godoy Alcayaga, nació el 7 de abril de 1889 en la ciudad de Vicuña, en el interior de Chile. Hija de una costurera y un profesor itinerante que abandonó a la familia temprano, Mistral construyó su trayectoria al margen de las élites, pero con una voz tan poderosa que cruzó montañas, desiertos y mares.

En 1945, se convirtió en la primera mujer latinoamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura. Su obra, que habla de amor, dolor, infancia y pertenencia, es una síntesis rara de lirismo y fuerza social. Más que una poeta: una educadora, una diplomática, una mujer que hizo de la palabra su forma de resistencia.

Gabriela comenzó a escribir siendo joven, mientras daba clases en pueblos andinos. No tuvo formación universitaria, pero se formó en la vida y la lectura. Sus experiencias como profesora y su contacto con la pobreza moldearon una poesía sensible pero firme, profundamente conectada con América Latina.

En Desolación (1922), su primer libro, ya estaban presentes los temas que la acompañarían toda su vida: la ausencia, el duelo, el cuidado de la infancia y la espiritualidad que atraviesa lo cotidiano.

Obras como Ternura (1924), Tala (1938) y Poema de Chile (1967, póstuma) ampliaron este universo. Sus versos no eran para la élite literaria, sino para campesinas, madres, niños y maestras. Ella decía escribir “con sangre”, y quizás por eso tocaba tan profundo.

La preocupación por la educación como misión acompaña toda su obra, ya sea en la escritura o en la actividad pública.

Un Nobel con acento andino

Cuando Mistral ganó el Nobel, el mundo se sorprendió: una mujer del sur del sur hablando con la fuerza de un continente. Su discurso en Estocolmo fue directo, firme y latino:

“Por un golpe de suerte inmerecido, soy la voz directa de los poetas de mi raza y la voz indirecta de las nobles lenguas española y portuguesa.”

Ella no recibía el premio solo por sí misma, sino por toda una América Latina aún silenciada en los escenarios internacionales. En tiempos de posguerra, su voz fue a la vez cura y denuncia.

Su labor diplomática fue intensa. Gabriela actuó como cónsul de Chile en Nápoles, Madrid y Lisboa, trabajó en el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual de la Liga de Naciones y recorrió países como Brasil, México e Italia, llevando su visión de educación pública y derechos culturales.

Frase cerebre de GabrielaMistral

Además de poeta, Mistral fue diplomática y pedagoga. Representó a Chile en países como Brasil, Portugal, Italia y México. Vivió varios años en Estados Unidos y mantuvo correspondencia con figuras como Pablo Neruda, Alfonso Reyes y Victoria Ocampo.

Pero su vida personal estuvo rodeada de silencios. Gabriela nunca se casó y tuvo su vida afectiva borrada durante décadas. Solo recientemente salió a la luz su intensa relación con Doris Dana, escritora y traductora estadounidense con quien vivió los últimos años. En cartas publicadas póstumamente, Gabriela revela amor, dudas y una ternura que atraviesa décadas.

“Hay dolores que no se pueden nombrar, por eso los escribo en verso.”

Falleció el 10 de enero de 1957 en Nueva York. Pero su obra sigue viva en libros, aulas y luchas por una educación más humana.

En tiempos de retrocesos y silencios, leer a Gabriela Mistral es un acto de memoria. Su escritura no solo es bella, es política. No solo por la temática, sino por el gesto: dar voz a las mujeres, a los niños y a los pueblos invisibilizados de América Latina.

Gabriela no fue solo la primera mujer latinoamericana en ganar un Nobel. Fue la primera en gritar, con ternura y firmeza, que el sur profundo también sabe contar el mundo.

 

 

 

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